La contaminación lumínica no deja de ser una forma más de contaminación del medio ambiente. Su manifestación más evidente es el aumento del brillo del cielo nocturno de forma que se disminuye la visibilidad de las estrellas y otros objetos celestes.
Este tipo de contaminación genera numerosas consecuencias perjudiciales como daños a la salud humana y de animales, el desperdicio de energía (y por tanto las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de su producción), efectos dañinos a los ecosistemas nocturnos, problemas para el transporte aéreo y marítimo, dificultades para la astronomía y la pérdida general de la percepción del Universo a gran escala.
El 20 de abril de 2007 se promulgó la Declaración de la Palma por el derecho a observar las estrellas, con el apoyo de la Unesco.
